Te contaré una historia.
Aitor es un hombre que se siente solo, un día encontró una perrita
abandonada en la calle. Que mejor cosa que la compañía de un ser fiel y
leal, al que poder abrazar. La perrita estaba asustada, vagaba por el mundo
sin control, la rescató de una vida llena de malos tragos.
Aprendieron a compartir sus ratos, sus vidas, estaban hechos el uno para el
otro. No pasaba ni un solo instante en el que no estuvieron juntos. El la
enseño a vivir y ella le dio todo su amor, ella quiería olvidarse del
pasado, ya había empezado a aprender a ir por la vida con rumbo fijo.
Cuando salían a pasear, Aitor la ponía la correa, la ataba en corto, así
evitaría más de un susto. Iluna caminaba a su lado, casi pegada a el. Ella
pensaba que vivía en el paraíso, todo su mundo giraba alrededor de Aitor.
En cuanto llegaban al portal de la casa, Aitor soltaba la correa, la dejaba
ser libre, libre entre cuatro paredes, todo lo que necesitaba lo tenía allí.
Iluna pensaba que no necesitaba más, aunque en su mente resonaban los
aullidos del pasado.
Una tarde todo comenzó a cambiar. Aitor viendo como los demás dueños
soltaban a sus perros, pensó que a Iluna no le ocurriría nada por corretear
entre los demás animales. La soltó ella no sabía que hacer, correteaba por
todos lados, husmeando aquí y allá. Jugaba con los demás perros, empezó a
sentirse libre, pero ella e el fondo sabía que le faltaba algo., aunque al
mirar a Aitor recordaba que le quería demasiado como para huir.
El desde lo lejos la gritaba.
- No te pares! Sigue corriendo, disfruta.
A un silbido de Aitor ella volvía donde el, la acariciaba, la mimaba y le
daba su golosina. Ella le adoraba, era su vida, su guía, su conciencia.
Así empezó una nueva vida hasta que el destino hizo que Iluna mientras
jugaba con los demás perros encontrase una hembra, una de su misma especie.
Se asustó, quería acercarse a ella y olerla, pero algo le decía que no debía
hacerlo, miró a Aitor y vio que el no apartaba sus ojos de ella. El con un
solo gesto la animó a que se acercara a ella, Iluna le obedeció. No podía
apartase de ella, lo olía quería jugar con ella, recuerdos de una vida
pasada invadieron sus pensamientos.
Fueron pasando los días, pero Aitor empezó a sufrir, el ya no era el centro
de atención de su perra, eso le dolía, la quería para el, así que después de
haberla dejado libre, la volvió a atar, le puso la correa, no quería que ni
por un solo instante ella le dejara de lado. Iluna no entendió el
comportamiento de su amo, ella quería ser libre, seguir con su nueva vida.
No lo entendía por que para ella Aitor seguía siendo su dueño, su amigo, su
compañero, todo lo que ella quería, pero quería disfrutar de su nueva vida
llena de deseos, vértigos, colores, aromas e ilusiones por descubrir. A caso
ya no confiaba en ella.
Aitor no comprendía los sentimientos que Iluna tenía por aquella otra
perrita, no entendía que los juegos entre animales de la misma especie son
distintos, llenos de ternura, complicidad, deseo, pasión, son una mezcla de
sentimientos que solo se pueden sentir de una manera, una manera salvaje,
llena de sueños y fantasías.
Iluna tuvo que volver a su vida de antes, a vivir única y exclusivamente
para su dueño, volver a las correas, a vivir de una manera que antes le
gustaba pero que después de haber probado la libertad no quería volver, ella
quería moverse por impulsos y esa correa no la dejaría.
Vida de perros!